Están los jugadores de las mil camisetas y de un peregrinaje que no tiene lugar fijo en el fútbol. Pero también están los que se enamoran de los colores de la infancia y entregan toda su carrera para defenderlos. Mario Alejandro Brizuela es uno de estos últimos. Su nombre está asociado definitivamente al Sportivo Peñarol. Después de una dolorosa despedida, que resultó ser un impás de dos años, el defensor regresó con casi 38 años (los cumple el viernes 19 de febrero) para colgar los botines con los colores que ama.
“Gracias a Dios vuelvo al club de mis amores, para retirarme en el lugar que quiero”, le dice Brizuela a Telesol Diario, un joven que supo ser caudillo de gestas inolvidables en esa institución. El “Toto” se crió en en la villa San Patricio, en Chimbas. Su primer contacto con el fútbol fue en Colón Junior, pero a los 10 años su vida empezó a cambiar y a tomar sentido para siempre.
“Hubo un mundialito en Córdoba y me vinieron a buscar los técnicos de la categoría 83 de Peñarol, para viajar. Nos fue muy bien, y cuando llegamos me quise venir al Bohemio. Gestionaron el pase con la gente de Colón y ahí empezó esta locura”, recuerda el defensor central.
Brizuela debutó en la primera división del fútbol local a los 15 años. En el 2004 fue otra vez al Merengue y salió campeón. En 2005 volvió a su casa, cuando Peñarol levantó la copa del torneo local después de 27 años. “Teníamos un equipazo”, dice.
“UNO SE VA ENAMORANDO DE TODO, DE LOS COLORES, DE LA CAMISETA, DE LA GENTE”
Para cumplir el sueño de convertirse en referente y capitán del Bohemio, sus padres le pusieron una condición: tenía que seguir estudiando. Tuvo que dejar el Colegio Andacollo de Chimbas, de orientación técnica, para pasar a la Escuela Normal San Martín, con el objetivo de tener tiempo para entrenar. Egresó de la secundaria y después se convirtió en profesor de educación física.
“Pasé por otros clubes a préstamo, pero no más de 6 meses. Siempre estuvo esa simbiosis con Peñarol“, aclara el “capitán”, que en plena pandemia cumplió el objetivo de abrir su propio gimnasio.
El hombre que fue homenajeado el 24 de noviembre de 2018 cuando el Bohemio cumplió 100 años tuvo oportunidades de ir a clubes de otras categorías pero, más allá de que esas chances no terminaban de concretarse, reconoce que “el objetivo era siempre jugar en Peñarol”.
“Uno se va enamorando de todo, de los colores, de la camiseta, de la gente. Yo me formé como persona y como jugador en el club. Mis hijos nacieron con sangre bohemia y he pasado los mejores momentos de mi vida en el club. Entonces… cómo no querer retirarme aquí”, expresa entusiasmado, como si fuera un niño que va a entrar a una cancha por primera vez.
“Hace dos años tuvimos una diferencia con la comisión y con el presidente -Oscar Cuevas- y no seguí. Pero con el tiempo que pasó esas cosas quedaron de lado y hoy pude volver, que es lo que más quería”, repasa el futbolista que sabe lo que es ponerle el pecho, por ejemplo, a partidos decisivos en el Federal B.
Después de gestiones de mucha gente, incluido el dirigente Luis Ruarte, Brizuela pudo conversar por teléfono con Cuevas, quien además el viernes 22 de enero fue elegido presidente de la Liga Sanjuanina de Fútbol, se pusieron de acuerdo y el jugador, que siempre tuvo su pase en el club, volverá a vestir esa camiseta.
“La idea es jugar hasta donde llegue. Siempre quise terminar en el club que más amo, me dieron la oportunidad y no la quiero desaprovechar. El objetivo es jugar en el torneo local. Si después se da la posibilidad, y yo puedo acomodar mis horarios para entrenar para tener una oportunidad en el Federal A, se tendrá en cuenta”, aclara el hombre que también es parte de la comisión de la Unión Vecinal Villa San Patricio, en donde realiza tareas comunitarias.
Para Brizuela, Peñarol es su vida y desde que se alejó no pudo volver ni a la tribuna, porque le tajeaba el alma no poder estar en el césped defendiendo esa camiseta que es la extensión de su piel. “Este era un objetivo que quería cumplir en mi vida, no sólo por mí, sino también por mis hijos, que desde que me fui me están diciendo ‘cuándo volvés papá, queremos ir al club’. Me lo piden y yo lo siento”, dice.
Durante estos dos años, en los que jugó en Independiente de Villa Obrera y Los Andes de Tudcum, siguió recibiendo el cariño de los hinchas bohemios. “Por mensaje me decían que querían que volviera. Me siento muy halagado por eso”, expresa.
“Retirarse no significa dejar de jugar. Uno va a ser jugador toda la vida. Pero la idea es terminar bien con el club que uno ama”, aclara. El Toto sabe que el reloj es un enemigo y el tiempo hoy es más efímero que nunca. Aunque siente que el día en que lustre por última vez sus botines no será el cierre de la función porque, adentro o afuera de la cancha, siempre será sinónimo del Bohemio.
Este martes antes de las 17 preparó el bolso botinero, salió hacia el estadio Ramón Pablo Rojas y volvió a sentir ese cosquilleo en el cuerpo que sólo tienen los aman de verdad. Entonces se topó con las paredes blancas, en donde resaltan el rojo y el azul. Entró por el portón de calle Tucumán y se volvió a sentir jugador de Peñarol, como la primera vez.
Fuente: Telesol Diario